Ya llego, ya esta aquí, como cada año fiel a su cita, es la Navidad, ya respiramos todos ese ambiente empalagoso, y a la vez embriagador, ya todos recordamos a aquellos a quien conocemos intentando decidir a quienes felicitar, y lo que es mas difícil, aquellos con quien incluso vamos a disfrutar de un rato de cariñosa convivencia y buenos deseos.
Pero yo no quiero cansaros hoy con una nueva y reiterada sucesión de dulces pensamientos, o para invitaros a rememorar irrepetibles escenas de nuestra niñez, o de la de nuestros hijos en una búsqueda fácil, por mi parte, de vuestras mas puras y nobles emociones; no, no es eso lo que hoy quiero hacer, quiero, muy por el contrario, pediros que os unáis a mi en la solidaridad con aquellos que por una u otra razón, lejos de esperar con ilusión estas fechas, temen su llegada como la culminación de su tristeza, de su frustracion y de su soledad, sea compartida o no.
Mañana los niños comienzan sus vacaciones, y algunos de ellos tampoco las desean porque significan la profundizacion de sus diferencias; llevan días oyendo hablar a sus compañeros de juguetes, viajes o reuniones familiares, aun sabiendo que nada de eso sera para ellos; son hijos de padres que perdieron su trabajo o sus negocios y que han asistido en su hogar durante los últimos meses, incluso años, a una degradacion progresiva de su vida familiar hasta limites que no comprenden, pero que sufren en el mas cruel de los silencios: el impuesto.
Muchas mujeres, demasiadas para nuestra conciencia colectiva, ven llegar estas Fiestas con la misma sensacion de miedo que los temibles inquilinos de los pabellones de la muerte, conscientes de que estos días aumentan las ocasiones en que sus parejas sobrepasaran lo que es aconsejable beber, y ello significara muchas mas situaciones de violencia domestica; Otras mujeres sin embargo temen con mucha mas intensidad en estos días los mas que previsibles ataques navideños de pseudo amor posesivo y destructor de sus exparejas, denunciadas o no por su acoso y amenazas.
En la intimidad de muchas casas o en las salas de los hospitales y residencias, enfermos terminales y ancianos, durante muchas horas solos, reciben la Navidad en la sospecha certera de que sera la ultima, y de que ni siquiera tendrán la fuerza necesaria para celebrarla como tal, de pasearla por las calles llenas de luces, de festejarla con todas aquellas esquisiteces que tanto les gustan, porque ni siquiera ya les queda hambre.
Vagabundos e inmigrantes, presos o solitarios patológicos compartiran seguramente con aquellos niños, con algunas mujeres y con esos enfermos y ancianos una visión menos idílica y alegre de la Navidad, y a ratos también con todos nosotros, que estando mejor que ellos, también cederemos momentos tristes al recuerdo de los que ya no están.
No he querido aguaros las fiestas, ni mucho menos, sino invitaros a todos los que estéis ahí a realizar, junto a mi, un compromiso con todos ellos, que pondremos en el próximo año, esta vez si, todo lo que este en nuestra mano para excluirles de la Exclusión, para sacar a la mayoría de la tristeza, sin disculpas, sin plazos, porque ellos no tienen tiempo y solo nos tienen a nosotros. FELIZ NAVIDAD PARA ELLOS Y PARA VOSOTROS os desea CARPAGO y yo.
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