No entiendo, en absoluto, el escandalo que producen las mediaticas filtraciones de informes realizados a personalidades de la política internacional; y no lo entiendo porque solo son eso, opiniones, si al menos nos hubieran descubierto secretos inconfesables de alguno de ellos, imperios económicos encubiertos, debilidades de conducta demostradas, enfermedades diagnosticadas o filiaciones inconfesables a sectas diabólicas, entonces si estaríamos todos preocupados por la influencia de tales dependencias sobre sus importantes decisiones.
Si mañana, alguien que nada sabe de mi, me siguiera durante días, y preguntara a quien me conoce o trata ocasionalmente como soy, si analizara mis pasos o mis gustos a través de mis compras o mis opiniones por las de mis amigos, seguramente, emitiría informes tan alejados de mi verdad como lo son muchos de los que ha hecho publicos la inefable y ambiciosa Wikileaks.
Muchas de las personas con las que hablo cada día no saben mi nombre, muchos de aquellos con los que trabajo no saben mis gustos o defectos, las personas con las que a veces comparto una cerveza no conocen mis opiniones sobre los grandes temas de la vida, y seguramente las suyas son opuestas; no conocen mis traumas o mis fobias y mucho menos mis debilidades o fortalezas.
Adjetivos como egoístas, jóvenes e inexpertas, inteligentes, y juicios de valor como aliados de EEUU, felinos en la jungla o bien intencionados no dejan de ser, en la mayoría de los casos, obviedades sin otra base que una supuesta intuición derivada de circunstancias personales superfluas, cuando no, de evidencias incuestionables; quien tiene cuarenta años en un mundo de políticos sexagenarios solo puede ser joven e inexperto.
Lo que de verdad es preocupante es que los lideres del mundo basen decisiones que nos afectan a todos, basándose en tan poco fiables informaciones.
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