Memorias de Carpago

Cada dia sentimos de una manera diferente y se convierte en nuestro centro de gravedad una idea distinta, un pensamiento irrefrenable que hace desaparecer el negro miedo que ayer nos invadio o la exultante alegria y optimismo que nos elevo.

viernes, 14 de enero de 2011

PROMETO NO OLVIDAR

            Una vez mas, un misterioso ruido le devolvió a su permanente alerta, estaba apoyado en un árbol que inmediatamente le recordó, con su contacto, la cortante frialdad del ambiente, miro su reloj negro sumergible e indescifrable en la oscuridad absoluta de aquella noche helada de febrero y al pulsar la luz comprobó que no llevaba allí veinte minutos, un tiempo que había sido todavía insuficiente para tranquilizar su desbocado pulso y lo hizo esforzándose en dirigir su pensamiento hacia su lejana y perdida isla de La Gomera, con los ojos cerrados y húmedos.
             Sergio tenia veinte años y hacia ya once eternos meses que una tarde subió a un avión en Las Palmas para volar hasta Madrid, después, en autobús y con los ojos muy abiertos por la impresión que producía la inmensa urbe, recorrió sus calles hasta llegar a la estación de Chamartin. Desde su ventanilla del tren expreso contemplo su todavia corta vida sumido ya en una incontenible nostalgia que apenas, de vez en cuando, le permitia mirar a su alrededor y preguntarse a que venia el exultante entusiasmo de sus otros jóvenes compañeros de viaje.
             Tras tres meses en Zaragoza donde había vivido muchas novatadas, menos instrucción militar y unos pocos paseos en solitario por la bella capital aragonesa, fue destinado a un acuertalemaiento en Huesca y convertido de la noche a la mañana en un cazador de alta montaña, el, un gomero de Vallehermoso, de un pequeño pueblo de agricultores desde el que se podía contemplar el inmenso Océano en los días en que sus condensaciones brumosas y espesas lo permitían.
             Los primeros seis meses fueron duros pero soportables, la eterna instrucción, los paseos por Huesca y cada mes y medio, quince días en el Pirineo de maniobras, así había conocido parajes que nunca hubiera soñado como el Valle de Benasque, El Valle de Hecho, Jaca y sus estaciones de esquí donde, no sin dificultad, se había convertido en un esquiador aceptable y en un mucho mejor escalador; allá en La Gomera acompañaba a su padre y su tío desde mochuelo en interminables paseos por abruptas cornisas en la costa y eso le había facilitado la labor, pero no así para el frío de las noches en tienda de campaña o para las interminables marchas por la nieve tirando de una terca y resabiada acémila.
              Pero aquello era distinto, pocos días después de saber, por una carta de su querida madre, que su novia Candelaria se había puesto en relaciones con el practicante recién llegado al pueblo, el teniente general Gutierrez Mellado había anunciado que se iniciaba la Operación Alazán, y que unidades de alta montaña del ejercito impermeabilizarían la frontera con Francia ante el aumento de la actividad de Eta; la unidad de Sergio fue inmediatamente destacada en un boscoso valle surcado por el río Urrio al norte del Embalse de Urabia, en un punto del Pirineo Navarro equidistante con Burguete y Ochagavia, y allí todo se había convertido en su peor pesadilla.
              Cuando esa noche a las dos de la madrugada marchaba siguiendo, en el ultimo lugar de la fila, el cambio de guardia, llevaba seis días sin dormir, la traición de su querida Cande y el miedo fruto de las conversaciones al fuego, no le dejaban conciliar el sueño, que si anoche ha pasado un comando, que si en el siguiente Valle ha habido un tiroteo, todo, poco a poco, le había ido resecando el escaso margen de resistencia que le mantenía; cuando dejaron de oírse los pasos de la guardia, Sergio quito el seguro de su subfusil y de su pistola, y comenzo a temblar de frío y de miedo.
              La oscuridad absoluta, el silencio profundo, turbador, solo interrumpido por el violento fluir del río a su espalda, de vez en cuando una rama que quiebra y parece anunciar una cercana presencia.......... ¿de que?¿de quien?, ¿un animal?, ¡no! si, es una lechuza, ¡no!, las lechuzas no se mueven, que se yo, un sarrio quizás ...........por favor, ¡vale ya! que bonita es La Gomera vista desde el ferrys, ¿que hará Cande ahora?¿ el practicante sera un capricho pasajero? escribeme, dímelo, o mejor no me lo digas.
              Alrededor del fuego y con la mirada clavada en sus llamas fuman el cabo y el oficial de guardia, les acompaña el medico que no puede dormir, tiene que velar a tres soldados con fiebre alta; los tres coinciden en la profundidad de sus pensamientos y en alguna sonrisa ocasional fruto de algún agradable recuerdo hasta que los tres saltan para ponerse en pie, el silencio se ha roto y los corazones corren desbocados, los mulos chillan y todo se despierta en el campamento apresuradamente al verse rasgada la noche por el sonido no muy lejos de un disparo de pistola.

2 comentarios:

  1. Muy bien contado, Carlos.
    Eso, lo que relatas, ha sucedido en el Pirineo más de una vez. Especialmente en los años 50 a 60.

    A mí me tocó hacer las prácticas de alferez de complemento en el Cuartel de la Victoria de Jaca, en donde, cada día, 20 soldados al frente de un oficial (normalmente uno de complemento) subian a pie ( porque la nieve impedía el paso de vehículos) a Peña Oroel, en donde el Ejército custodiaba un polvorín con la muncición de los artilleros de Zaragoza.

    Y allí, en Oroel, las guardias a varios grados bajo cero y de noche eran terroríficas para muchos soldados. Recuerdo haber recorrido, los puestos de guardia, a las doce de la noche, para verificar el estado de los apostados en las garitas. Y más de una vez encontraba a soldados llorando.

    En alguna ocasión, no estando yo, ya se habia producido algún suicidio.

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  2. Eso que escenifico es mi servicio en Huesca, tambien como tu era alferez medico y soy el que al final estaba en el fuego. Como la has vivido tambien supongo que te habra resultado familiar y evocador.
    Cuando bajabamos a los pueblos a tomar algo, de uniforme y armados, claro, al pedir cerveza o vino o cafe nos en algun sitio nos decian: se ha terminado todo. fue desagradable y duro.
    Gracias Javier

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