Memorias de Carpago

Cada dia sentimos de una manera diferente y se convierte en nuestro centro de gravedad una idea distinta, un pensamiento irrefrenable que hace desaparecer el negro miedo que ayer nos invadio o la exultante alegria y optimismo que nos elevo.

lunes, 3 de enero de 2011

AQUEL DIA EN NUEVA YORK

            Eran las seis de la mañana y ante la ventana de mi habitación, en la sexta planta de mi hotel  en la calle 48, se alzaba un edificio de oficinas que poco a poco empezaban a encender sus miles de ventanas; en la primera planta del edificio un gimnasio sobreiluminado, grande y lleno de bicicletas sin ruedas y canoas sin agua, se veía poco a poco invadido por docenas de todavía soñolientos oficinistas y ejecutivos, hombres y mujeres que como si de su trabajo se tratara, tras coger una toalla blanca de una montaña, se dirigían a uno de esos potros de tortura a cumplir con su obligado rito, no sin antes saludar al recepcionista de trabajado torso prominente y bíceps pacientemente esculpidos.
            Un aviso desde el baño me recupero a la realidad, me tocaba ducharme y la verdad es que la vista de las cornisas y las calles, cubiertas en sus bordillos de nieve ennegrecida por el humo de los coches no invitaba a satisfacer mi cita diaria con la higiene, pero pronto la elevada temperatura de la habitación me reconcilio con la idea; ¿porque diablos tienen en Nueva York las calefacciones tan altas?, pensaba mientras me sumergía en un mas que abundante chorro de agua caliente, todo aquí es excesivo, el frío que hace ahi fuera, casi  18º bajo cero, la temperatura dentro de los edificios mas de 25º, el empeño de los aduaneros de inmigracion por encontrar una causa para devolverte a tu origen en el Aeropuerto, sobre todo si no eres anglosajón.
            Tras un también excesivo desayuno salimos a la puerta del Hotel con la intención de pasear descendiendo por la 5ª Avenida hasta Wall Streat, y en Battery Park tomar un ferry que nos llevara a cumplir con nuestra peregrinación a la Estatua de la Libertad; pero el frío en el rostro, antes de llegar a la esquina, nos hizo corregir nuestro original plan; tras levantar la mano nos subimos a uno de esos taxis amarillos que gracias al cine y a la television se han convertido en parte de nuestro acerbo visual, incluso antes de cruzar el Atlántico, y le pedimos al chofer que nos llevara al muelle de salida de los barcos; el taxista era sij o algo así, pues llevaba un tocado cuidadosamente enrollado en la cabeza, y además no hablaba ni siquiera un buen ingles.
            El recorrido fue corto, lo realizamos dentro de un pequeño barco atiborrado de turistas que se disputaban los cinco o seis mostradores de souvenir y café que servían mozos o mozas muy poco amables, hasta que al fin, ahí estaba esa señora pétrea y gris, grande y excesiva que simbolizaba, para todo un país, o quizá para todo el Mundo, la Libertad y la Democracia; ensimismados y atónitos nos fuimos acercando a sus pies rodeándola en parte y por fin llegamos; tras entrar en una especie de carpa comenzo un ritual que nunca hubiéramos imaginado, una cola para llegar a un registro personal y de nuestros bolsos, para por fin pasar a otra cola donde ya llegábamos con una bandeja de plástico en las manos con nuestras cosas, incluidos los cinturones, zapatos, carteras y cámaras, y por fin a vestirnos, y ya habíamos llegado al alma vacía y hueca de la magnifica diosa.
         Cuando por fin ya en Battery Park bajamos del ferrys, nos miramos un poco tristes y quizá también algo decepcionados, y sin hablar decidimos resarcirnos y olvidarnos de esa primera parte de nuestra aventura, así que cogimos otro taxi y le pedimos ir a Central Park, al edificio Dakota, para junto al sitio que inmortalizo John Lennon escuchar a los cantantes callejeros y empezar de nuevo la aventura de visitar la eterna y única Nueva York.
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2 comentarios:

  1. Bonito y grato modo de describir una mañana neoyorkina, con sus mínimos detalles. New York es para mí una las ciudades más gratificantes del Mundo. La gente,salvo los negros, es amabilísima, y toda la ciudad es un nuevo descubrir.

    Desde las casas con escaleras de incendios, como en las películas aquellas de gangsters, de Soho, hasta las entrañables tiendas de lujo de la Quinta y Sexta Avenida o los Boockstars para tomar cualquier tipo de comida rápida y los restaurantes italianos de Litle Italy.
    La alegría y bullicio permanente de Times Square con la gigantesca tienda de juguetes de Toys Araus, y ya en la Quinta la fabulosa librería Barne and Noble con restaurante incluído.

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  2. Javier es fantastico el nivel de coincidencias, ambos adoramos la buena mesa, la cultura, la libertad, Paris, Nueva York y seguro que otras.
    Por cierto hay un oister bar en los sotanos de Central Station que disfrutariamos por su variedad. las hay pequeñas y grandes, dulces y saladas, acuosas y gelatinosas, de todas partes del mundo y Moet Chandon a buen precio, el fallo, el mantel es de papel. Gracias por tu cercania.

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