Memorias de Carpago

Cada dia sentimos de una manera diferente y se convierte en nuestro centro de gravedad una idea distinta, un pensamiento irrefrenable que hace desaparecer el negro miedo que ayer nos invadio o la exultante alegria y optimismo que nos elevo.

viernes, 21 de enero de 2011

LA SONRISA DE MI PADRE Y YO

              Siempre que participo en un debate sobre cualquier tema de nuestra vida personal o política me acuerdo de mi Padre; el fue sin lugar a dudas el responsable máximo de ese gen intelectual que en mi hermano y en mi, provoca la necesidad de confrontar ideas.
              Cuando pienso en el, sobre todo desde que murió, mis pensamientos vuelan, sin que yo haga nada por evitarlo, a una época feliz de mi entonces recién estrenada adolescencia, a un pueblo de la provincia de Zaragoza, Alhama de Aragon en cuyo Balneario prestaba sus servicios mi abuelo como Jefe de cocina durante los veranos, en los meses en los que su trabajo habitual en el  madrileño emporio de la gastronomía madrileña Jockey permanecia en letargo estival.
               Mi abuela y nosotros disfrutamos de todas las fantásticas instalaciones del Balneario como parte de las ventajas del cargo, y para ello cedían a mi familia una casa que formaba parte de sus amplias y magnificas instalaciones que nada tendrían que envidiar a los modernos resorts caribeños de hoy.
               Nuestro verano transcurría entre las mañanas interminables en la playa de un lago termal navegable, donde junto a una pandilla ya habitual de todos los años y cuyo núcleo central formabamos los que permanecíamos alli todo el verano; Nuria, hija del Director y dueño del hotel, Quique primogénito de los dueños de una fabrica de motores ubicada en el pueblo y yo mismo eramos sus asiduos integrantes, y a nosotros se iban incorporando por quincenas otros chicos y chicas provinientes de todos los puntos cardinales de España, madrileños, vascos, aragoneses o valencianos; tras la comida, la siesta y después cine o un paseo por el pueblo donde se nos conocía como los señoritos de Termas entre las chicas y chicos de nuestra edad, a los que únicamente frecuentabamos para las fiestas de San Roque.
               Por fin las largas noches en el Casino del Hotel, en su terraza, con un pinchadiscos traído de Madrid y focos de colores, y en una mesa independiente de nuestros padres que observaban como bailábamos y nos reíamos y coqueteabamos, y así conocían en su visión directa lo que en nuestras ciudades de origen tanto les preocupaba cada sábado.
               Toda esa actividad solo conocía en mi caso una excepción, se producía cuando en agosto mis padres llegaban a Alhama para disfrutar de sus vacaciones como funcionarios; las tardes y las noches persistían en su agradable rutina, cine y paseos, baile y mus, pero la mañana para mi adquiría una nueva dimensión que ilusionaba, cada noche al acostarme, mi joven corazón; a las seis de la mañana mi padre me despertaba y en silencio nos vestíamos, y bajábamos hasta nuestro viejo Opel Record y tomábamos la carretera que conduce al Monasterio de Piedra hasta llegar a un coto de pesca en el rio Piedra, donde desplegábamos nuestros retenes para pescar cangrejos, y así pasábamos casi todos los días tres o cuatro horas en las que aprendí a conocer a mi padre, a respetarle y a escuchar sus a veces interminables anécdotas, y también a través de el a tener mis primeros contactos con la política o con la economía.
               Que lejos estaba entonces de saber que aquellos días, aquellas mañanas de pesca que culminaban en un chambao junto al río, almorzando tomates abiertos con sal y bonito en escabeche, se convertirían con el tiempo en nuestra única experiencia feliz y plena, solos y juntos. El tiempo si quiso repetir después vivencias de complicidad entre los dos, pero desgraciadamente envueltas en dolor, injusticia y miedo, y por eso, cuando quiero recordar su entrañable y picara sonrisa, se imponen las imagenes de aquellos días en que, grande ante mi, me ofrecía su protectora y confortable presencia.
    

6 comentarios:

  1. Yo soy de un pueblo de al lado de Alhama de Aragon de Nuevalos y recuerdo muy bien lo que dices porque nosotros tambien bajabamos a Alahama en verano por las tardes los fines de semana a ligar con las del Balneario.
    No se si hablamos de las mismas fechas pero me has emocionado recordando viejos tiempos.
    Un saludo.

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  2. Antonio supongo que mas o menos en una horquilla entre el 70 y el 85, despues ya todo cambio.
    Me alegra saber que efectivamente fueron buenos tiempos para muchos porque alli aprendi muchas cosas, luego he vuelto y todo me parecio distinto.
    Un abrazo pues.

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  3. Bonitos recuerdos, Carlos, que son siempre imborrables. Tengo conocimiento de la vida en esos balnearios especialmente de uno en que también estuvo tu abuelo : Cestona.

    Eran tiempos felices aunque yo soy mucho más viejo que tú y mis recuerdos son más antiguos.

    Un cordial saludo y sigue relatando cosas como éstas. Son una delicia.

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  4. Hermosos recuerdos narrados con tal brillantez que por un momento me ha parecido estar allí, compartiendo esos momentos.

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  5. Gracias Javier, efectivamente pero al final supongo que coinciden en nuestras fechas porque en Cestona estuve desde el 65 al 70 y a partir del 71 ya fuimos a Alhama.
    Salvando la climatologia mucho mas lluviosa en Cestona la otra diferencia era las posibilidades de diversion para los mas jovenes en las que todavia hoy gana Alhama, sin embargo para los mayores es mejor Cestona, mas silencioso y tranquilo.
    Un abrazo.

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  6. Muchas gracias Aspirante, pues animate que sigue siendo parecido, el lago termal es como una gran piscina de agua caliente con una profundidad de 1,50 maximo y con su playa con tumbonas y bar, barcas, etc y luego un sinfin de posibilidades ahora es AC o NH, no recuerdo.
    Es el sitio ideal para pasar con la familia unos dias de verdadero descanso.
    Un abrazo.

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